Tener plumas es la principal característica que diferencia a las aves de los otros animales. La calidad del plumaje está directamente relacionada con la alimentación que reciben.
Las plumas suponen entre el 4% y el 12% del peso total del ave; fundamentales para el vuelo, tienen además otras utilidades relacionadas con la temperatura corporal, protección, flotabilidad, camuflaje y atracción sexual. Con su plumaje el ave muestra su calidad y fortaleza.
Las plumas están formadas en un 95% por proteínas, lo que supone un 20 o 30% de la proteína total del ave. Si no está bien alimentada durante el proceso de cría o de muda, pueden aparecer “marcas de estrés”, que son un punto fácil de rotura y al ser permanentes devaluarán el valor del animal.
Es necesaria una correcta formación del plumaje, pero también su mantenimiento. El brillo y la calidad dependen principalmente del nivel de aceite o grasas en el alimento, pero también hay otro elemento clave a tener en cuenta: el correcto funcionamiento de la glándula uropigial.
¿Cómo cuidan sus plumas las aves?
La glándula uropigial es la principal glándula cutánea que tienen la mayoría de las aves. Está en la base de la cola, conocida también como glándula del acicalamiento. En el caso de las acuáticas, como los patos, tiene un tamaño más grande. Es la principal herramienta para que tengan un plumaje completo y vistoso.
Durante el proceso de acicalamiento el ave estimula con su pico esta glándula y extrae su aceite para extenderlo por sus plumas. Consigue así impermeabilizar el plumaje y mantener su flexibilidad y darle brillo; también tiene propiedades antimicrobianas frente a las bacterias.
Por eso, para una correcta funcionalidad de la glándula uropigial es necesario suministrar a nuestras aves un alimento con altos niveles de micronutrientes que optimicen su funcionamiento.