Hay algunas especies vegetales que crecen de forma espontánea en muchos de nuestros gallineros, como por ejemplo:
Trébol: rico en vitaminas A, C, B, E y K, minerales y oligoelementos. Contiene propiedades revitalizantes, diuréticas y depurativas.
Ortiga: esta planta atrae insectos que también suponen un alimento interesante para las aves. Por otra parte, la ortiga refuerza las defensas naturales, previene los parásitos internos y estimula la puesta.
Diente de león: las gallinas aprecian tanto sus hojas como sus flores, que son ricas en hierro y calcio, además de beneficiar al hígado y al sistema digestivo.
Pero si estas hierbas no aparecen de forma natural en el corral, ¿qué semillas podemos sembrar?
Centeno (secale cereale): una de sus principales ventajas es que necesita poca agua y pocos cuidados para brotar. Se suele sembrar en otoño para recoger la cosecha en primavera. Las gallinas pueden aprovechar tanto el forraje como los granos. Contiene vitaminas, fibra y antioxidantes.
Lino (linum usitatisimus): está considerado un súper alimento y sus grasas alfa-linolénicas benefician el emplumamiento y el desarrollo de los pollitos.
Amaranto (amaranthus): sus coloridos penachos llenarán de color tu voladero. El amaranto proporcionará a tus aves una buena ración de fibra, lípidos, lisina, fósforo, magnesio, potasio y vitaminas. Plántalo en primavera y recoge las semillas en septiembre.
Cáñamo, alfalfa o girasoles son otras plantas adecuadas para deleitar a las gallinas. Recuerda que una dieta a base de hierbas siempre debe complementarse con otros nutrientes, como las proteínas (lombrices, insectos, caracoles...) y el calcio (conchilla de moluscos, cascarón de huevo triturado...).