La respuesta es sencilla: todo depende de la posición de los sensores de cada termómetro.
Dentro de la propia incubadora, la temperatura puede variar dependiendo de la zona, por lo que el termómetro va a marcar los grados de la zona en la se encuentre el sensor.
Al introducir un termómetro externo, según dónde metamos el sensor, va a indicar una temperatura distinta. Por ejemplo, si ponemos el sensor cerca de los huevos, va a dar una temperatura más alta, ya que los huevos emiten calor.
Debido a que la temperatura no es la misma en todos los puntos de la incubadora, para que esta funcione correctamente debe tener lo que se denomina “ventilación forzada”, es decir, un mecanismo que produce un flujo de aire continuo para mantener, dentro de lo posible, una temperatura homogénea dentro del dispositivo.
Si nuestra incubadora no dispone de ventilación forzada, debemos cambiar los huevos de posición cada 2 o 3 días; de esta forma evitaremos que unos huevos reciban más calor que otros y que unos pollitos nazcan mucho antes que el resto.
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