Si decidimos introducir un poco de sangre fresca, mediante la incorporación de un nuevo reproductor sin ninguna relación con nuestros animales, este puede traer algún rasgo no deseado que ya habíamos conseguido eliminar con nuestro esfuerzo anteriormente. Si se quisiera mantener el grupo hermético, ajeno a nueva sangre, hay una serie de estrategias que podemos utilizar para intentar evitar la consanguinidad. Muchas de ellas son bastante complicadas y requieren tener identificadas a todas nuestras aves y llevar un registro muy exhaustivo. Pero, seamos honestos al respecto, la mayoría de nosotros tenemos una vida muy ocupada y no tenemos tiempo para tener identificado cada ejemplar y elaborar una línea de pedigrí de cada uno de ellos.
Si queremos mejorar nuestra línea y tener la satisfacción de haberlo conseguido, sugerimos probar con el sistema de cría Rolling mating. Este sistema lleva funcionando mucho tiempo y es uno de los más fáciles en los que se refiere a mantenimiento de identificación y registros, porque no se necesita registrar absolutamente nada. Básicamente, se trata de criar entre sí individuos que representan lo mejor de generaciones diferentes, por ejemplo gallos más viejos con las hembras más nuevas, o en su defecto, los gallos más nuevos con las hembras más viejas. Así, se obtiene lo mejor de un ejemplar ya contrastado con la progresión de la generación venidera.
Por lo general, la cría suele iniciarse con al menos dos tríos, dos gallinas y un gallo, que idealmente debe ser de una línea diferente a las gallinas, aunque si disponemos de más reproductores nos permitirá comenzar con una variación genética más amplia. Este sistema permitirá cada año ir mejorando la raza, pero ¿cómo debemos llevar a cabo esta estrategia de cría?
Primer año: si partimos que tenemos un trío, se debe empezar a criar con el macho y las hembras, procurando que el macho no esté emparentado con las gallinas. Cuando los pollitos de la descendencia crezcan, deben seleccionarse los dos mejores gallos (el principal, que será el heredero, y un macho reserva de repuesto) y las mejores hembras.
Segundo año: debe criarse, por un lado, con las gallinas originales y el mejor hijo de los que se haya seleccionado, así como con las mejores hijas con su padre. A continuación, cuando hayan crecido los ejemplares de la siguiente generación, se debe seleccionar los mejores machos y las mejores hembras de entre estas crías nacidas este segundo año.
Tercer año: es en el tercer año de cría cuando en los apareamientos realmente comienzan a producirse “el baile de cruces”. Los gallos seleccionados en el primer año deben unirse con los machos originales y, de todos ellos, se deben seleccionar los mejores y juntarlos con las hembras más jóvenes criadas el último año. Por otro lado, se deben seleccionar los mejores gallos jóvenes del último año y juntarlos con las mejores hembras del año anterior y de las iniciales.
Y así sucesivamente… después de cada temporada de cría, deben juntarse los gallos y las hembras más viejos y seleccionamos los mejores. También debemos hacer lo mismo con las crías del año y seleccionar los mejores machos y mejores hembras. Y para el siguiente año reproducir nuevamente los mejores machos viejos con las mejores hembras jóvenes y los mejores machos jóvenes con las mejores hembras mayores. Este sistema es sencillo y funciona muy bien manteniendo suficiente diversidad genética y sana, por lo que no se requiere introducir nuevas líneas de sangre en el gallinero.
Textos de Rosalyn Upson para la revista AVIOCIO