Existen diversos tipos de vitaminas y cada una de ellas aporta diferentes propiedades para que se produzca un correcto funcionamiento fisiológico del organismo.
En el siguiente artículo abordaremos de forma breve la vitamina E y descubriremos sus aplicaciones en la avicultura de ocio.
En 1922 los investigadores Evans y Bishop ya demostraron la existencia de la vitamina E, aunque el descubrimiento de esta nueva vitamina fue recibido con mucho recelo por la comunidad científica y por la medicina e incluso hasta bien entrada la década de 1960 seguía mirándose con mucho escepticismo. El recelo que acompañaba a la vitamina E venía porque era muy complicado demostrar la deficiencia de vitamina E en seres humanos, no así en las aves de corral que la deficiencia de vitamina E causa distrofia muscular, lesiones en el sistema nervioso así como problemas motrices asociados al equilibrio. Obviamente, en la actualidad, debido a las múltiples propiedades beneficiosas para la salud que aporta la vitamina E, podemos concluir lo equivocada estaba la comunidad científica.
La vitamina E, llamada también tocoferol en los círculos profesionales, es una vitamina liposoluble, es decir, se disuelve en aceites y grasas y se consume a través de alimentos ricos en grasas. Es imprescindible para los músculos y el aparato circulatorio, ayuda a mantener la integridad estructural de los tejidos, fomenta el desarrollo del sistema nervioso y es imprescindible para el sistema inmunitario.
Si bien, la razón de ser de todas estas propiedades reside en que la vitamina E funciona como un importante antioxidante protegiendo a las membranas de las células, tejidos y órganos fundamentales para el funcionamiento del organismo como el cerebro y el corazón de los efectos nocivos de los radicales libres.
Además, la vitamina E es conocida como la vitamina de la fertilidad por el papel fundamental que juega en la reproducción. Tocoferol, nombre con que en círculos profesionales se conoce a esta vitamina, es un término de origen griego que deriva de las palabras tocos, que significa nacimiento, y pherein, que significa llevar. Así, la palabra tocoferol se acuñó para resaltar el papel esencial que tiene esta vitamina en la reproducción.
En el caso de la cría de aves de corral, la vitamina E juega un papel fundamental porque favorece la actividad de la glándula pituitaria. Esta glándula, ubicada en la base del cráneo se encarga de controlar la actividad de otras glándulas y de regular determinadas funciones del cuerpo, como el desarrollo o la actividad sexual. Además, está glándula está asociada con la producción de óvulos (obviamente, huevos en el caso de la gallina) y de espermatozoides. Además, esta vitamina protege a las glándulas suprarrenales y estimula el funcionamiento de los órganos sexuales. Por el contrario, una deficiencia de vitamina E conduce a la contracción y debilitamiento de los órganos sexuales, lo que resulta en un aumento de los resultados de infertilidad.
Aceites vegetales, como los aceites de germen de trigo de girasol o de cártamo tienen gran concentración de vitamina E, por lo que es una buena idea enriquecer el pienso que suministramos a nuestras aves con este tipo de aceites. Si bien, hay que hacerlo en la justa medida y asegurarnos de que la mezcla sea compacta y homogénea para que cada grano se impregne bien del aceite. Además, es importante que sólo se prepare la ración de mezcla que los animales vayan a comer al momento, ya que con el contacto con el oxígeno la mezcla puede volverse rancia al cabo de las horas.
Las semillas de girasol son verdaderas bombas de vitamina E y son muy necesarias, sobre todo por su importancia al proteger los ácidos grasos insaturados. Trigo, frutos secos y hojas de verduras de hoja verde como las espinacas, el brócoli o la acelga son otras fuentes de vitamina E que podemos suministrar a nuestras aves de corral.
No obstante, los criadores no debemos abusar de esta vitamina y administrarla a los animales en su justa medida, pues si es consumida en exceso, al ser una vitamina liposoluble, se acumula en el cuerpo y puede convertirse en una sustancia tóxica para el organismo y provocar diversos daños como disminuir la resistencia del organismo contra agentes patógenos.
Texto de Michael von Lüttwitz para la revista AVIOCIO