En la avicultura de ocio a menudo nos inquietamos, erróneamente, por el efecto del frío en nuestras gallinas. Pero, salvo excepciones en cotas altas donde hay nieve y hielo, el frío debe ser la menor de nuestras preocupaciones.
A diferencia de otros países europeos como Francia, Alemania o Países Bajos cuyos veranos son más suaves, en España, aunque el clima es muy variado, la mayoría de las regiones son muy calurosas y en los meses de verano se soportan temperaturas muy elevadas. Son el calor y las altas temperaturas, y no el frío, los que suponen un riesgo para las gallinas.
¿Cómo combaten las gallinas el calor?
La temperatura de confort de las gallinas se sitúa entre 14º y 26º, mientras que superados los 30º, las condiciones ambientales se empiezan a complicar y las aves necesitan nuestra ayuda para superar la situación sin sufrir en exceso.
No obstante, las gallinas no están del todo indefensas frente al calor, pues contrariamente a lo que podamos creer, las plumas, al formar un colchón de aire, sirven de regulador térmico tanto para el frío como para el calor. Otro aspecto relevante es el color del plumaje, pues el blanco refleja el calor y el negro lo captura; piénsalo antes de elegir tus próximas gallinas.
Por otro lado, al no tener glándulas sudoríparas, las gallinas se refrescan mediante un jadeo característico que puede inducirnos a error y hacernos temer que la gallina esté sufriendo. Curiosamente, para reducir su propia temperatura corporal, las gallinas instintivamente reducen su alimentación y comen mucho menos que durante el resto del año..jpg)
Otra consecuencia de las altas temperaturas es que, además de la reducción de la puesta, los efectos del calor en la alimentación provocan una bajada en el peso y tamaño de los huevos y de la calidad de las cáscaras.
Si vivimos en Andalucía, Extremadura o zonas de interior donde en los meses de julio y agosto es habitual alcanzar e incluso superar los 40º, debemos llevar a cabo una serie de recomendaciones para ayudar a que los animales pasen mejor los sofocos veraniegos. Su autodefensa tiene unos límites, por lo que debemos adecuar y aclimatar nuestros gallineros para garantizar su confort.
¿Cómo puedo ayudar a mis gallinas a soportar mejor el calor?
En condiciones extremas es cuando la calidad del gallinero es más importante. El gallinero debe estar fabricado con materiales aislantes, debe estar perfectamente ventilado y dotado de perchas para que las gallinas descansen bien por las noches. Los ponederos han de estar a la sombra. También los bebederos, para que el agua no se caliente, y los comederos para que el pienso permanezca en buen estado y no se estropee con el sol. No dudes, si es necesario, en colocar sombrajes como los que tienen los invernaderos, o cualquier tipo de mecanismo para ganar zonas de sombra. ¡Cuantas más sombras tenga nuestro gallinero en verano, mejor para nuestras gallinas!
Si disponemos de un patio o un pequeño terreno con algún árbol o arbusto, es en verano donde más se aprecia un poco de vegetación. Al pie de los árboles las gallinas se beneficiarán de un poco de frescor y gustosamente removerán la tierra. En verano y con temperaturas muy altas, la hierba de nuestras fincas estará muy seca, por lo que es imprescindible regar de vez en cuando y suministrar a nuestras gallinas hierba verde fresca, así como restos de comida refrescante como melón, sandía o pepino.
El agua debe ser una constante en nuestro gallinero. Debe estar siempre limpia, fresca y, en días de excesivo calor, debemos renovarla varias veces para asegurarnos de que no se caliente. Si por alguna razón, vamos a estar todo el día fuera o hace demasiado calor, podemos echar algún cubito de hielo para mantener fresca el agua de los bebederos durante un mayor tiempo. Los bebederos deben estar perfectamente limpios con el fin de evitar que proliferen las bacterias y deben estar colocados en zonas de sombra, en lugares muy ventilados. En caso de canícula, es deseable cambiar el agua varias veces al día para evitar que se caliente.
Por último, recuerda que la higiene y la limpieza son una asignatura obligatoria que precisamos llevar a rajatabla en esta afición y, más aún en las épocas estivales. El calor seca rápidamente los excrementos y estos emiten menos amoníaco, pero aun así, debemos continuar limpiando en profundidad nuestros gallineros para reducir a la mínima expresión los riesgos derivados de las altas temperaturas.